Ya hace días que estoy esperando tener un ratito para ponerme a desarrollar algunos posts que tengo en mente. De hecho hoy quería escribir uno pero acabo de encontrarme con algo que ha cambiado mis planes (no en cuanto a escribir, sino sobre qué escribir). Vía el twitter de nuestro amigo Kilian, más conocido por allí como @cmos486, me encuentro con un artículo muy interesante. Interesante porque lo que ahí se cuenta lo he visto yo mismo en mi entorno (y muchos de vosotros seguro que también) y dice mucho de la personalidad del empresario medio patrio.
El artículo está ubicado en la sección blogs de la web aragirona.cat y está escrito por Jair Domínguez. Como podréis adivinar por el dominio, tanto la web como el blog están en catalán. Para aquellos lectores de esta bitácora que no hablan dicha lengua (en caso contrario mejor id al original) he desarrollado una traducción porque el artículo lo merece de sobra:
No es país para Cayannes
El otro día bajo al pueblo y veo que un agricultor que vende las cuatro mierdas que tiene en su huerto va en un Volvo XC90, un coche de 60.000 euros. No me indigna sólo el precio, sino el hecho de que sea un puto SUV de urbanita, uno de esos coches que quiere ser un cuatro por cuatro pero que si tropieza con un charco de agua en la carretera tienes que llamar a la grúa. Se emocionan y piensan que es un puto Nissan Patrol de los 80, de aquellos que les sudaba la polla si le metías gasolina normal o súper o si te meabas en el depósito.
Los gabachos hace años que lo saben. Los alemanes también. Con una renta per cápita de el doble (EL DOBLE) que la española, los alemanes son gente que se podrían permitir tener un Cayenne aparcado delante de casa PERO NO LO HACEN. Son, en su mayoría, conscientes de cómo están las cosas y saben que invertir cien mil euros en un monovolumen familiar es de subnormal. Aquí, en cambio, Juan el carnicero y Pedro el encofrador se han comprado un Cayenne. Es un coche que consume dieciséis litros a los cien kilómetros. La gente que se lo compra te dice que es un todo terreno de altas prestaciones. Bien, sólo os diré que si subís la “collada de Toses” en fin de semana veréis al menos cuatro Cayennes hacia abajo como tortugas, derrapando patéticamente las ruedas al sol de mediodía.
El vicio del capitalismo. Las fluctuaciones de la economía, tan golosas ellas, han hecho que nuestros vecinos se hayan vuelto lo suficientemente locos para comprarse coches que valen como una casa. Los efluvios del dinero, hipnóticos, efímeros, hacen correr a los nuevos ricos hacia el concesionario Porsche como si no hubiera un mañana. Pero la vida es muy puta i muy larga y no perdona a los frívolos. Me dice un amigo que trabaja en el banco que Pedro el encofrador está devolviendo los recibos de la escuela de inglés del hijo. Ey, pero el Cayenne en el garaje.