Autor - Laura Panís

Las redes sociales y la soledad

Redes sociales y soledad

Acto 1: despertar

Suena la alarma del móvil que descansa sobre la mesita de noche, al lado de la cama. Son las 7:00 horas de la mañana de un día cualquiera… La primera acción antes de salir de entre las sábanas, una vez entreabiertos los ojos y desconectada la alarma, es comprobar si alguna ave nocturna nos ha enviado algo al Whatsapp o al Telegram. Una vez hecha la comprobación y de contestar a algún que otro mensaje recibido, estamos listos para saltar de la cama y ponernos en funcionamiento.  Posiblemente, antes de empezar nuestra jornada laboral, hayamos mirado nuestro Facebook, poniéndonos al día de los acontecimientos de nuestros “amigos” virtuales, señalando algún que otro “me gusta” a determinados post que nos hayan parecido interesantes y actualizando nuestro estado para que todos sepan que ya estamos conectados. Quizá, ese día vayamos con tiempo y todavía tengamos ocasión de subir alguna foto de nuestro estupendo desayuno a Instagram. Y, cómo no, de leer los últimos tuits y compartir alguno de ellos antes de empezar con nuestras obligaciones cotidianas… ¿Os resulta familiar?

Acto 2: mañana escolar

Son las 8:00 de la mañana. Empieza la jornada laboral. Una clase cualquiera de un instituto de secundaria lleno de adolescentes con  los móviles en la mano mandando los últimos whatsapps antes de que la profesora entre en clase… evidentemente, el uso de dispositivos móviles en el centro durante el horario lectivo está prohibido. Y los alumnos lo saben. Una vez conseguido el hito de que los alumnos dejen el móvil en sus mochilas, la profesora se dispone a impartir la clase. En mitad de la misma, suenan varias notificaciones en un terminal que alguno de los alumnos ha olvidado desconectar. La ansiedad por comprobar esos mensajes se hace patente en dicho alumno, que no puede contenerse y se lanza a por el teléfono sin dilación, sin pensar en qué lugar se encuentra en ese momento. Superada la situación, la profesora comprueba  con cierto fastidio que, mientras se está proyectando un interesante documental, varios de los alumnos están chateando con sus móviles sin prestar atención a lo que se dice en él. Se requisan los móviles ante las miradas de disgusto y las palabras desairadas de sus dueños y se continúa adelante. Suena el timbre anunciando el fin de la clase e inmediatamente y de manera veloz, los alumnos se abalanzan sobre sus móviles para comprobar si en los últimos 50 minutos que han estado desconectados, ha sucedido algo que ellos se hayan podido perder por estar offline… Y esto se repite a lo largo de toda la mañana de todos los días del curso escolar.

WhatsApp

Acto 3: quedar con amigos

Hoy día es habitual encontrarse en las terrazas, bares, parques… grupos de personas, jóvenes y adultos de mediana edad, sentados en una mesa, sin hablarse ni mirarse entre sí  y pendientes de la pantalla del dispositivo móvil que cada cual sostiene en sus manos, un comportamiento que desvirtúa lo que debería ser una interrelación humana saludable y que ha puesto en guardia a sociólogos, psicólogos y psiquiatras por el peligro que entraña tanto para la salud mental individual como colectiva. Por eso, no es infrecuente encontrar grupos de amigos que se reúnen para cenar,  que acuerdan depositar los móviles en algún tipo de recipiente con la condición de que, el primero que mire su celular, sea el que pague la cena, copas o lo que sea. Todo con tal de evitar la tentación de prestar más atención al móvil que a las personas con  las que se comparte unas horas de ocio y tiempo libre. Leer más

Las relaciones sociales a través de la tecnología: cortar por WhatsApp

Hoy tengo el enorme placer de poder presentaros algo que estaba deseando desde hacía mucho tiempo… podríamos decir que se trata de un regalo de Navidad blogosférico que le han hecho a un servidor. No estoy hablando de otra cosa que de un post escrito por alguien ajeno al blog, un post colaborativo, que se saliera un poco de la órbita general de Inforadictos pero que al mismo tiempo tuviera un mínimo enlace con los temas que nos gusta tratar por estos lares. Y pensando en eso estaba durante estos últimos tiempos, cuando el Destino cruza en mi camino a una persona que me sorprende positivamente por su gran inteligencia y por su manera de ver las cosas. No pasó mucho tiempo hasta que le propuse realizar un artículo para esta página, pensando que quizá no sería de su interés, pero hete aquí que la idea le parece hasta buena y accede.

Pues bien, esta blogger incipiente que se estrena con el presente artículo se llama Laura Panís y entre su currículo podemos encontrar que es Diplomada Universitaria en Relaciones Laborales, así como también en Trabajo Social. Además, tiene en su haber un Máster en Mediación y Orientación Familiar. Esto, sumando sus más de 10 años de ejercicio como Trabajadora Social así como los 8 que lleva como profesora de ciclos formativos, le otorgan unos conocimientos y experiencia en el campo asistencial y formativo que sin duda se notan en la pasión que emite cuando habla de estos temas. Es por esto que en mi mente fue surgiendo la idea de poder unir dicha vehemencia a mi temática favorita: la tecnología, ya que podría dar lugar a unos artículos muy interesantes.

Laura Panís

Así pues, el reto era encontrar una idea que pudiera unir estos dos conceptos que, a priori, podría decirse que son un tanto antagónicos. Y creo fehacientemente que, al final, hemos dado en el clavo. Así que, sin más dilación, aquí os dejo con el post, no sin antes expresar mi más sincera gratitud a Laura por su trabajo desinteresado para esta web, y también animándoos a que participéis dando vuestra opinión en los comentarios:

Las relaciones sociales a través de la tecnología: cortar por WhatsApp

Hace unos días estaba tomando unas cervezas con unas amigas y, después de un rato de conversaciones insustanciales, la cosa derivó inevitablemente hacía las relaciones de pareja. Pero esta vez el tema parecía cuanto menos interesante puesto que a una de ellas su pareja la había dejado por Whatsapp. Sí, sí, después de 6 meses de relación, ¡la habían dejado por Whatsapp! Mi amiga no daba crédito a lo que le había sucedido. Además del dolor por la pérdida de la persona amada, sentía la indignación propia de haber sido dejada a través de un frío mensaje. Ella no dejaba de repetir una y otra vez “¿os lo podéis creer? El muy desgraciado me ha dejado por Whatsapp, ni siquiera ha tenido el valor de mirarme a la cara al decírmelo o de escuchar mi voz a través del teléfono…le ha sido tan fácil como mandar un mensaje y se acabó. Se podrá ser más capullo”. Como era de esperar un coro de voces amigas salió en defensa de la agraviada, “qué poca vergüenza, vaya cobarde te has quitado de encima”; “eso no se hace a una persona a la que has querido, qué menos que mirarte a los ojos en un momento así”…Pero, ¿dejar una relación por WhatsApp se está convirtiendo en una práctica habitual? ¿Qué papel juegan este tipo de aplicaciones en nuestras relaciones hoy en día? En una reciente encuesta, realizada a 1500 personas por un portal de citas, el 54% de ellas reconocían haber roto con su pareja a través de aplicaciones como WhatsApp o Line. El principal motivo que argumentaban para ello era evitar tener que decirlo a la cara, evitando así lágrimas, reproches, enfados, chantajes emocionales…Según la psicóloga de pareja Mila Cahue, “utilizar el WhatsApp para romper con tu pareja tiene que ver más con la madurez de la persona que con el tipo de relación o con la edad”.

A raíz de la confesión de nuestra indignada amiga, se entabló un animado debate entre nosotras acerca del uso de estas aplicaciones y de las consecuencias que estaba teniendo en nuestras respectivas vidas personales y en nuestras relaciones. Una de ellas, que había dejado una relación hacía poco tiempo, confesó que se conectaba sólo para ver si su ex pareja estaba en línea o no o a qué horas se había conectado por última vez. Además de asegurar que leía el estado del susodicho o miraba la foto de su perfil para detectar, a través de ese pequeño texto o esa pequeña imagen, algún gesto o mensaje que le hiciera “adivinar” cómo estaba siendo su vida en ese momento tras la ruptura. Así nos intentaba argumentar que si su estado del WhatsApp era melancólico, sabía que él lo estaba pasando mal. Como ella misma confesó, esa práctica se estaba convirtiendo en algo enfermizo. Leer más